Pasan los días, las horas, los
momentos y estamos sumidos en una vorágine de sucesos que no
valoramos con suficiente profundidad. La rutina nos absorbe y no
somos capaces de controlar el timón de nuestra vida para llegar a un
rumbo determinado. No conseguimos valorar los sucesos con la
profundidad suficiente para formar nuestra propia opinión. Caemos en
manos de los grandes imperios mediáticos que dibujan y manipulan
nuestra propia concepción de la realidad a su antojo. Nos intoxican
de ideas llenas de prejuicios y venden un presente desdibujado en el
que todo lo que tenemos a nuestro alrededor está manchado por la
corrupción. Manipulan términos y confunden conceptos básicos para
favorecer siempre al que menos lo necesita.
Comenzaremos a ejemplificar en el caso
de la palabra violencia. Los dueños de la información otorgan esta
palabra a cualquier reivindicación o persona que lucha para no
perder aquello que el rico le quiere quitar. Todos vemos en
televisión, radio, internet... que cuando hay alguna protesta
ciudadana y arde algún que otro contenedor, los medios tachan de
violenta a la ciudadanía. Pues bien, ¿Deberían hacer el mismo uso
de la palabra cuando se informa de la intención de deshauciar a una
familia sin recursos? La violencia institucional está muy presente
en este Estado. Cada persona que vemos buscando algo que echarse en
la boca en un contenedor, es víctima de la violencia institucional
actual, ya que si los políticos realizaran un buen trabajo en los
despachos, el obrero jamás moriría de hambre en una sociedad
occidental como esta. Hay miles de casos violentos que se ocultan día
a día, familias a las que les niegan la Ley de Dependencia, las
víctimas del Metro de Valencia que se reunen cada día 3 de cada mes
para clamar justicia, los deshaucios en los que la Plataforma de
Afectados por la Hipoteca está presente para evitarlos, todos
aquellos estudiantes que abandonan la universidad año tras año por
no poder hacer frente a las violentas tasas que ha establecido el
Gobierno...
En conclusión, no hay que permitir que
las grandes herramientas del sistema capitalista nos manejen a su
antojo. La información reside en la voluntad de cada uno, de querer
leer, escribir, ver películas o documentales. No se puede dejar un
diamante en bruto como es nuestro cerebro en manos de buitres y
carroñeros.
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